miércoles, 19 de febrero de 2014

Un meloncillo llamado "Juanita"

Me gusta mucho leer las experiencias de los naturalistas y el propio Joaquín de Prada me ha pedido que comparta en nuestro blog este entrañable artículo sobre una especie introducida por los árabes pero un antiguo tesoro de la fauna ibérica, el meloncillo (Herpestes ichneumon), un artículo basado en las palabras del mayor comunicador y amante de la Fauna Ibérica, el Doctor Félix Rodriguez de la Fuente.
El meloncillo, la única mangosta europea y presente sólo en la Península ibérica, en los años 70 del siglo XX se temía por su rápida desaparición y extinción en muchas regiones, actualmente se recupera poco a poco su antigua área de distribución, pero desgraciadamente la ignorancia y la mala gestión de algunos responsables de la conservación de nuestra fauna, hace temer que se reabra la persecución de la especie. A los nueve años de edad me llamaba poderosamente la atención todo lo relacionado con la fauna, en el local de los Boy Scouts donde nos reuníamos, había unos carteles de ADENA de “Félix el amigo de los animales”, uno de ellos se titulaba “El meloncillo y los mustélidos”, en el cual había una foto del popular divulgador con un meloncillo en los brazos, que se titulaba “Juanita”, he de reconocer que las mangostas africanas y asiáticas para mí eran seres audaces, inteligentes y con una tremenda agilidad que se enfrentaban a las poderosas y venenosas cobras, por ello me resultaba curioso que mi admirado Félix sujetase con cierto cariño a un animal salvaje. Años después conocí la historia de ese meloncillo llamado “Juanita”, que por lo visto había sido criada a mano por el gran investigador español José Antonio Valverde y se paseaba alegremente por los pasillos de la Estación Biológica de Doñana, pero prefiero que sea el propio Félix Rodríguez de la Fuente quien nos cuente su experiencia con esta bella criatura llamada “Juanita”:
Foto de Francisco Ontañón
Felix Rodriguez de la Fuente con "Juanita" 
“Conocí a Juanita en el Palacio del coto de Doñana. Me la presentó José Antonio Valverde, que la había criado desde que mamaba, en su propia casa. Y francamente, cinco años de observación en la Naturaleza me han enseñado mucho menos sobre las mangostas que la bella Juanita en ocho días. Porque esta criatura inquieta, inquisitiva, curiosa e infatigable vive cómo sus hermanos salvajes. Puede campear por la orilla de la marisma cuando le apetece. Circula por los largos pasillos del caserón del Coto con la misma familiaridad que un naturalista más. Y cuando alguien reúne las desconocidas y, seguramente, sutiles cualidades que despiertan su simpatía, Juanita se le sube descaradamente  por las piernas con la intención de descabezar un sueño enroscada sobre sus rodillas. Así pude yo apreciar algunas de las más características particularidades anatómicas del meloncillo. Cuando Juanita se aferraba a las perneras de mis pantalones de pana demostrarme su amistad, comprobé la primitiva anatomía de sus manos. Y digo manos porque tienen cinco dedos, cómo las del hombre. Tal vez ignore el lector que los animales tetrápodos y pentadáctilos (cuatro extremidades y cinco dedos en cada una de ellas) somos muy antiguos y conservamos este atributo común en los reptiles, pero perdido por gran parte de los mamíferos y por todas las aves”. “Quizá lo más llamativo de Juanita y de todas las mangostas del mundo sea su cuerpo fusiforme, cubierto por una pelambre fuerte, apretada y homogénea, desde el hocico a la punta del rabo, sin un relieve ni siquiera el de los pequeños y redondeados pabellones auriculares- que altere su armonía. Hasta las cortas extremidades se mueven en un trotecillo característico, casi ocultas entre los pelos del vientre y los flancos. Salta a la vista que la arquitectura de la mangosta está concebida para que el animal pueda moverse cómodamente en la espesura, para perforar el ramaje o el herbazal cómo el pez atraviesa las aguas y el pájaro los aires”. 
Foto de José Maria Benitez
“Claro que todo no van a ser ventajas en estos animalillos. Sus manos y sus pies, muy adecuados para palpar, agarrar, sujetar y excavar, son poco aptos para la carrera porque sus articulaciones primitivas no les permiten movimientos amplios. Un hombre podría dar alcance al meloncillo en campo abierto. Y, desde luego, no creo que haya mangosta capaz de cazar un conejo en franca persecución. Su actividad favorita es el merodeo”. “Juanita trotaba incansablemente delante de mí cuando la llevaba de paseo por el borde de la marisma. Seguía los rastros de los conejos con la alegría y la seguridad de un “baset”. Cómo un enorme hurón, se metió una mañana en un vivar de conejos. A los dos minutos huyeron, cómo exhalaciones, dos de sus inquilinos por las salidas de emergencia. Juanita, que al parecer, no tuvo éxito en su cacería subterránea,s e sacudió la arena a la puerta de la conejera y continuó su infatigable rastreo. Descubrí una culebra de agua y dirigí a Juanita hacia su encuentro. El ataque fue fulminante” Quien mejor que Félix para describirnos a este formidable animal y quizá también a entregarnos un atisbo de cómo estos animales llegaron a la Península Ibérica posiblemente, se cree, cómo animales de compañía de las hordas musulmanas que invadieron hace siglos nuestro país, aunque los estudios genéticos y arqueológicos no han conseguido corroborar esta creencia popular, aunque el cráneo más antiguo, según algunos investigadores, fue encontrado en una cueva de Nerja data del año 1127 en la época almorávide.

Joaquín de Prada

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