domingo, 30 de agosto de 2015

De la ciudad de los corsarios a la isla del Monte Saint.Michel

Es una de las etapas más esperadas, quizá uno de los destinos de nuestro viaje que desde el principio estuvo claro, después del desayuno y las despedidas tomamos dirección norte hacia la población costera de Saint-Malo, la ciudad de los corsarios, estos eran los navegantes que tenían permiso de sus gobiernos (patente de corso) para sabotear el tráfico mercante de las naciones enemigas a ese gobierno, ¿piratas con permiso?.
Allí llegamos y sin pensarlo hacia la ciudad "intra muros", una ciudad debidamente guardada por las murallas medievales, es muy recomendable el paseo por estas murallas, por un lado las callejuelas y por otro las impresionantes vistas a la playa, por cierto está la marea baja ya que se puede acceder a pie a las islas de Grand Bé y del Petit Bé.


Desde las murallas o paseando intramuros, entre los edificios elevados (a la vez reconstruidos después de sufrir grandes desperfectos con los bombardeos de 1944), la ciudad nos traslada a la época de los corsarios, en el siglo XVIII, pero antes desde su pueto zarpó en el siglo XVI Jacques Cartier para descubrir Canadá, así como los barcos pesqueros que llegaron a Terranova. Y todo eso lo transmite la ciudad, sus murallas, el palacio, las torres o la vida en la plaza de Chateaubriand.

Salir de St-Malo dirección este pero sin perder las costa, es hora de comer, podremos aprovechar los manjares que los pescadores de estas tierras siguen obteniendo día a día del mar, antes de la entrada a la población de Saint-Benoit de Ondes nos encontramos con un restaurante en la carretera que nos sorprendio. "La ferme des Nielles", cuarta generación en la producción de ostras, toda una oportunidad para satisfacer nuestro apetito con productos locales. El cultivo de las ostras en la bahía del Mont Saint-Michel nació en 1858, este cultivo dura entre 3 y 4 años. Es un restaurante peculiar, ya que el cliente se elige su producto fresco en una cesta (como cuando va a la pescadería) y luego los cocineros hacen el resto, es un producto fresco recién preparado y a un precio muy asequible.

Ya desde lejos podemos ver el impresionante y único, una de las maravillas del mundo, el emblemático Mont Saint-MIchel, antes pasaremos por el alojamiento, "La bourdatiere" en Beauvoir, un acierto en la elección de este B&B, habitaciones bien decoradas, limpias, amplias y una atención inmejorable por parte de Arnaud, amigos de los perros y zona amplia para que estos disfruten a la sombra de un tejo centenario que merecería ser catalogado como árbol singular en la parte trasera de la casa. Recomendable.



Las indicaciones son claras, desde la casa en un agradable paseo entre los campos dorados con las espigas de trigo llegaremos al parkin desde donde parten cada 20 minutos de forma gratuita autobuses lanzaderas hasta los pies del Mont Saint-MIchel, pues allá vamos (en los autobuses pueden subir los pequeños perros). Una curiosidad es que estos autobuses cuando llegan a la bahía no dan la vuelta, el conductor sube cambia delante por detrás y hace el camino de vuelta (autobuses reversibles).

Es momento de ascender, la calle está repleta de turistas (es el tercer lugar más visitado de Francia por detrás de la torre Eiffel y del castillo de Versalles) pero cuando podemos intentamos disfrutar las vistas de la bahía (en marea baja en estos momentos) y el ambiente medieval de sus calles y Abadía. Cuenta la leyenda que aquel monte estuvo rodeado de un espeso bosque hasta marzo del 790 cuando un tsunami lo habría destrozado todo y convertido aquello en una isla, el monte, los monjes benedictinos en el siglo X comenzaron las obras de esta maravilla de la arquitectura de la que podemos disfrutar más de 1000 años después. Destino obligado en un viaje por el país galo, una curiosidad es que la isla forma parte de Normandía y la bahía de la Bretaña.


Teníamos una cita sobre las 18,30 horas, era el momento de subir la marea, un fenómeno natural impresionante, que dura casi dos horas hasta quedar el Mont Saint Michel casi rodeado por agua, lo que anteriormente son 15 kilómetros de arena se convierten en mar. Es peligroso aventurarse a dar un paseo por la bahía ya que se dice que la marea sube al paso de un caballo al galope, impresionante.



Luego de regreso a la casa, pero hay que poder disfrutar de otro momento, la iluminación de Moint Saint-MIchel. Ha sido un buen día en nuestro tour por el oeste del país galo, hay que descansar.



1 comentario:

  1. ¡Qué alegría leer esta entrada! Me parece estar nuevamente allí.
    Casualmente, vengo de publicar la mía.
    Un abrazo y muchas gracias por la sonrisa que has dibujado en mí mientras leía y recordaba.

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