jueves, 19 de noviembre de 2015

El Devastador



El río Júcar ha sido históricamente fuente de riqueza. Agrícola, paisajística, cultural. Esa es su cara amable, en la que fluye tranquilo. Pero tiene otra. La que mostró en 1571, en 1864, o el 20 de octubre de 1982, cuando intensas lluvias cebaron su caudal y el de sus afluentes hasta lanzar sobre la llanura de La Ribera una riada de dimensiones catastróficas que dejó un rastro de muerte y desolación a su paso. El Devastador, su nombre en árabe, se llevó por delante la presa de Tous, una barrera que no resistió su envite. Las compuertas no se abrieron y la rotura agravó la tragedia.

Veinticinco años después de la pantanada, el Júcar ha perdido su poder más devastador, pero no está domesticado sobre todo cuando crece con la gota fría los caudales de su cuenca. Reducir su potencial destructor ha sido el objetivo de muchos planes que sólo se han ejecutado a medias.


Repetidas inundaciones del término de Alberic (octubre de 1943, 28 de septiembre de 1947 y, sobre todo, la de 17 de febrero de 1949) motivaron también la solicitud de hasta tres obras de defensa para fijar las márgenes cóncavas e impedir los desbordamientos de las crecidas ordinarias. Las inundaciones arruinaban, a menudo, las cosechas de arroz y, sobre todo, desnivelaban los campos y dañaban las acequias. Este mismo cuadro se repetía en los pueblos de la Ribera Baixa con altos costes económicos que suponía a los arrozales.


Por su parte el núcleo de Algemesí, situado en la margen izquierda de la rambla homónima y no lejos de la desembocadura de ésta en el Júcar, se halla edificado junto a dos brazos que el río forma a su paso por el pueblo. El desagüe de ambos cauces no era suficiente en las avenidas extraordinarias y se producían desbordamientos con peligro para los habitantes, la seguridad de los edificios.
El problema de la presión urbanística provoca,  una situación «especialmente compleja» ya que las inundaciones que han sufrido los núcleos urbanos han sido provocadas frecuentemente no por el río Xúquer, sino por los caudales que aportan los barrancos que drenan en su entorno o en los propios núcleos urbanos.
Además, la escasa capacidad del cauce del Xúquer provoca que, en situaciones de avenida las aguas se desborden también por la presión de barrancos y afluentes. También advierten de la presencia de otras infraestructuras aguas abajo que dificultan la solución como la propia autopista AP-7 o el ferrocarril Valencia-Gandía. «Una vez superada la cota del terraplén del ferrocarril las aguas vierten por encima y se quedan embalsadas entre el propio ferrocarril y el cordón litoral, inundando las urbanizaciones existentes en la costa». Y los daños se ven agravados por la gran duración de las inundaciones, debido a la escasa pendiente del terreno y  a la presencia del cordón litoral, que dificultan el drenaje. . La principal salida la constituye el Estany de Cullera, pero la presencia del ferrocarril y los espigones construidos en la desembocadura reducen la capacidad de desagüe del canal.

Las actuaciones del Plan Global implican un elevado coste económico, «pero se ha comprobado que los beneficios serán mucho mayores en conjunto.
La Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) contemplo la posibilidad de crear un gran aliviadero que, en caso de avenida, derive caudales del Júcar al río Verde aguas arriba de Alzira como forma de salvar el estrangulamiento que supone el tramo de la capital de la comarca, donde infraestructuras ya existentes como el Pont de Ferro impiden la ampliación del lecho fluvial que se plantea realizar en el plan global contra inundaciones, que el Ministerio de Medio Ambiente llegó a presentar en el año 2000.

Realizado por:
 Carlos Carrascosa Castell
Jose Mª Mico Hernandez
Edson Diaz Gomiz
Jose Vte. Balbastre Marti



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