martes, 24 de enero de 2017

Forau de Aiguallut


   Es un curioso capricho de la naturaleza, se trata de un fenómeno que hace desaparecer las aguas de un rio en una especie de sumidero, de unos 70 metros de diámetro y 40 de profundidad, en el que el agua procedente de los glaciares del Aneto y la Maladeta desaparece bajo tierra a 2.074 metros de altitud.


Forau de Aiguallut Fuente: http://www.excursionesporhuesca.es


   El agua cae en abundancia en una gran cascada, para que aguas abajo, introducirse en el “forau” (‘hueco’ o ‘agujero’, en aragonés) dejando su caudal mucho más reducido, para formar la cabecera del río Ésera.
Cascada de Aigualluts, próxima al forau, con el pico Aneto al fondo.
Fuente: http://www.excursionesporhuesca.es

   Durante años se desconocía a dónde iban a parar esas aguas, Ramond de Carbonnières, uno de los primeros exploradores científicos del Pirineo, aventuró a finales del siglo XVIII que las aguas que se iban del Forau podrían acabar siendo la principal fuente del Garona.
   El recorrido del agua fue un auténtico misterio hasta que en 1931, el espeleólogo Norbert Casteret pudo confirmar que las aguas circulaban subterráneamente durante cuatro kilómetros hasta salir de nuevo a la superficie en el valle de Arán (Lleida), en la zona conocida como Uelhs deth Joeu (Ojos del judío, en aranés), a 1.658 metros de altitud, con el sencillo método de arrojar al agua un colorante (fluoresceína). De esta forma, unas aguas que debían desembocar, a través del río Ésera, en el Mediterráneo; terminan desembocando en el Atlántico, a través del cauce del río Garona.
   Norbert Casteret, un espeleólogo que dedicó toda su vida a la exploración de cavernas, cuevas y ríos subterráneos, echo seis barriles de colorante, fluoresceína, en las aguas del Forau y unas horas más tarde, la fluoresceína dejaba ver su característico color verde al llegar al valle de Arán.

Casteret y sus acompañantes con los barriles de fluoresceína. Fuente: www.norbertcaseret.net


   “En el curso de los años de estudio que he consagrado al problema del nacimiento del Garona, he estado secundado por mis seres queridos, a quienes debo toda mi gratitud por su colaboración preciosa y devota: al Doctor Martial Casteret, mi hermano pequeño, que pagó con su vida el audaz reconocimiento del pico norte del Col de Toro; a mi madre y a mi mujer, dos montañeras de instinto, optimistas, duras y enérgicas, que han dotado de razón a las jornadas más penosas y las carreras más arriesgadas”.

   Norbert Casteret.
 

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